sábado, 4 de febrero de 2012

CAPITULO IV Las promesas divinas y la alianza Pag. 16

DIJO ABRÁN: << MI SEÑOR, YAHVÉ, ¿QUÉ ME VAS A DAR, SI ME VOY SIN HIJOS...?. >>
            DIJO ABRÁN: <<NO ME HAS DADO DESCENDENCIA, Y UN CRIADO DE MI CASA ME VA A HEREDAR>> PERO YAHVÉ LE DIJO: <<NO TE HEREDARÁ ÉSE, SINO QUE TE HEREDARÁ UNO QUE SALDRÁ DE TUS ENTRAÑAS>> Y SACÁNDOLE AFUERA, LE DIJO: <<MIRA AL CIELO, Y CUENTA LAS ESTRELLAS, SI PUEDES CONTARLAS>> Y LE DIJO: << ASÍ SERÁ TU DESCENDENCIA.>> Y CREYÓ ÉL EN YAHVÉ, EL CUAL SE  LO REPUTÓ POR JUSTICIA.
            Y LE DIJO: <<YO SOY YAHVÉ, QUE TE SAQUÉ DE UR DE LOS CALDEOS PARA DARTE ESTA TIERRA EN PROPIEDAD>> (Génesis 15, 2-7)


            El criado al que se refería Abraham, era Damasco Eliécer (auxilio de Dios) y del cual se dice, según San Jerónimo, que fundó la ciudad de Damasco, y Dios le dice que él no lo heredará, sino que le heredará uno que saldrá de sus entrañas. Abraham confiaba plenamente en Yahvé y tiene una grandísima fe en Él.

            El Apóstol para encarecer la gracia de Dios expresa: Cuando le fue imputada al creyente Abraham la fe para la justificación aún no había sido circuncidado (Rm 4, 10).

            Dios promete dar en heredad la tierra a la simiente de Abraham. Esta simiente no es la material, los hijos suyos, sino la espiritual <<los que temen a Dios y creen en Él>>

            Las promesas de Dios a la simiente de Abraham interesan solo a los creyentes. Más los creyentes no recibieron la herencia prometida a lo largo de la historia (antes o después de Cristo), luego se cumplirá, y habrá que recibirla en la resurrección de los justos.

            No se dijeron para los judíos estas palabras, sino para nosotros, sobre quienes dice Isaías 42, 16: “Haré andar a los ciegos por un camino que no conocían, por senderos que no conocían, les encaminaré.”    

            La única semilla de Abraham a que responden las promesas divinas, es la Iglesia cristiana, constituida por los hijos de su fe, israelitas según la fe en Cristo.

            Dios incorpora como hijos, a la familia de Abraham, a todos los que por la fe se hacen sus hijos de entre los judíos o gentiles, sin distinción de razas.

            Nosotros que nos sentimos pecadores y vemos nuestras flaquezas, que queremos hacer el bien y casi nunca lo cumplimos, si nos paramos a considerar las veces que hemos querido servir a Dios y no lo hemos hecho, no debemos desmayar. Es necesario conocer nuestra flaqueza, y también es menester aprender y saber que sin Dios no tenemos nada más que miserias y tener confianza en la misericordia de Jesucristo, que levanta a los caídos, que nos ha de dar la salvación.

            Abraham, en su noche de angustias y dudas, prepara Dios una visión simbólica de profundas sugerencias.

            En un cielo tachonado de estrellas ve Abraham el signo de la promesa divina: “innumerable como las estrellas del cielo será tu descendencia” (v. 5)

            La mirada se dirige al cielo y la comparación es “luminosa”, capaz de alumbrar, también, la noche del espíritu.

            Así es como nace el justo. En el lenguaje bíblico la “justicia” expresa sobre todo el comportamiento coherente y honesto acorde con las relaciones que fluyen entre el hombre y el Dios de la alianza. El “Justo”, es decir, el “fiel” por excelencia es, ante todo y siempre Dios; sólo a Él pueden aplicársele estos títulos.

            Pero también Abraham, con su adhesión constante a las proposiciones a menudo arduas de Dios, puede merecer esta clasificación.

            Abraham es “justo” no por la multiplicación de ritos, sino por el sacrificio perfecto de su vida.

            El sacrificio que se le tiene en cuenta a Abraham es la fe, esto es, la elección cotidiana y continua según la palabra de Dios. En él se identifican misericordia y sacrificio.

            Abraham es justo no por la multiplicación de las obras sino por el ofrecimiento perfecto de la fe.

            La fe es celebración de la llamada divina, del primado de la gracia.


















viernes, 20 de enero de 2012

CAPÍTULO IV Pag. 15

LAS PROMESAS DIVINAS Y LA ALIANZA


            DESPUÉS DE ESTOS SUCESOS FUE DIRIGIDA LA PALABRA DE YAHVÉ A ABRÁN EN VISIÓN, EN ESTOS TÉRMINOS:
            <<NO TEMAS, ABRÁN. YO SOY PARA TI UN ESCUDO. TU PREMIO SERÁ MUY GRANDE>> (Génesis 15, 1)

            La fe es también oscuridad, espera, misterio. La Biblia considera la fe como una aventura exaltánte pero áspera, más parecida a una lucha que a una serena quietud.

            Abraham es nuestro hermano en el momento de la oscuridad, un momento que consideramos a veces como una maldición, cuando en realidad forma parte de la dinámica misma de la fe y debe ser, por tanto, vivido con humildad y a la espera.

            De pronto, aparece el Señor y le dice esta frase esperanzadora: <<No temas, yo soy tu escudo>>. Porque Dios estaba presente también, en su ausencia, escuchaba en su aparente sordera.

            Dice Dios: Ven a mí y promete a Abraham que limpiará sus lágrimas con su mano: No te quejarás más. Ya no habrá trabajos, ni tentaciones, ni dolor; ya no más angustia, ni tormento, ni pena. Descansa conmigo.

            En Isaías 42, 6 está escrito: “Yo Yahvé, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes”.  


Capítulo III Pag. 14

            DIJO LUEGO EL REY DE SODOMA A ABRÁN: << DAME LAS PERSONAS, Y QUÉDATE CON LA HACIENDA>> PERO ABRÁN DIJO AL REY DE SODOMA: << ALZO MI MANO ANTE EL DIOS ALTÍSIMO, CREADOR DE CIELOS Y TIERRA: NI UN HILO, NI LA CORREA DE UN ZAPATO, NI NADA DE LO TUYO TOMARÉ, Y ASÍ NO DIRÁS: “YO HE ENRIQUECIDO A ABRÁN”. (Génesis 14, 21-23)


            La fe en Dios justifica al hombre; por eso decía: “Alzo mi mano ante el Dios Altísimo, creador de cielos y tierra”. (Gn 14, 22)

            Abraham no quiere recibir cosa alguna, en recompensa, del rey de Sodoma. Solo quiere quedar a deber con el Dios Altísimo, A quien eleva su mano. En ese gesto hace acto de fe en Él, a quien reconoce, mediante el Verbo, como su Dios.

            Abraham no quiere nada que le pueda contaminar, ni siquiera la correa de un zapato, ya que este por estar continuamente con las impurezas de la tierra, consideraban, en aquella época que también era impuro, solo quiere mantener su pureza y esperar en el Señor, el día que se cumpla la promesa.

            Todo lo que hace, Abraham, lo ofrece al Dios Altísimo y solo de Él espera recibir la recompensa.

           

viernes, 13 de enero de 2012

Melquisedec Pag. 13


Cuando el Génesis define a Melquisedec como <<sacerdote del Dios Altísimo>>. Está. Además, indirectamente evocando en la mención del diezmo que le ofreció Abraham: nunca se aplicaba el diezmo a los botines de guerra; respecto de estos regia, como máximo, el principio del <<anatema>> (herem), es decir, la consagración total a Dios, lo que implicaba la destrucción del botín en holocausto. El diezmo es el tributo permanente reservado a los sacerdotes.

            El sacerdocio de Melquisedec es eterno, sustraido a la genealogía temporal, como el de Cristo <<que es el mismo ayer, hoy y siempre>> (Hb 13, 8) y que con la resurrección vive eternamente. El sacerdocio de Melquisedec es nuevo y eficaz: el levítico, en cambio, era incapaz de cancelar definitiva y radicalmente el pecado, de modo que tenía que multiplicar los sacrificios y los ritos. El sacerdocio de Cristo es liberación plena, expiación perfecta, inauguración de la nueva alianza. El sacerdocio de Melquisedec es único: también el de Cristo, como Hijo, tiene en sí una unidad indiscutible y su sacrificio es <<de una vez por siempre>> (Hb 7, 26), porque puede eliminar de raíz el pecado. Además la función mediadora de Cristo es perfecta y definitiva, pues siendo <<santo, inocente y sin mancha, ha sido separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo>> (Hb 7,  26)

            El sacrificio de la Cruz es único, todas las posteriores liturgias eucarísticas no son sino la difusión ---experimentable  en el tiempo y en el espacio--- de aquel único sacrificio <<realizado de una vez por siempre>> y fuente de salvación y de redención a lo largo de los siglos. En toda Eucaristía, en toda liturgia, en todo sacramento, es Cristo quien se ofrece al Padre y quien nos salva: en todo sacerdote es Cristo quien se revela, quien habla y redime. Mediante la participación en el único sacerdocio <<según el orden de Melquisedec>>, que tiene en Cristo su realidad plena y perfecta, todos los sacerdotes ofrecen al Padre el único sacrificio de Jesucristo, presente en todas las eucaristías y en todos los sacramentos que se celebran en el fluir de los siglos y en el horizonte del espacio. Cuando participamos en la liturgia cristiana, recordamos a la vez idealmente la figura de Melquisedec, que ahora vive y actúa en Cristo.

viernes, 6 de enero de 2012

MELQUISEDEC

En la Eucaristía, Cristo enlaza con el ofrecimiento de Melquisedec, y expresa el carácter universal, gratuito, espiritual y salvífico de la Pascua cristiana. Con su rito sacrifical, Melquisedec daba gracias a Dios por la victoria concedida a Abraham frente a sus enemigos. Con su eucaristía, Cristo asocia a los creyentes a su eficaz y perenne acción de gracias al Padre por su victoria sobre el mal y por la salvación llevada a cabo. A esto se debe que en los mosaicos de Santa Maria la Mayor de Roma (siglo V) la escena de Melquisedec haya sido sacada de su secuencia lógica dentro del ciclo cronológico y colocada junto al altar, para subrayar su vinculación con la Eucaristía. En el muro interior de la fachada de la catedral de Reims (siglo XIII), el encuentro entre Abraham y el rey de Salem se representa a modo de una comunión eucaristica. En el siglo XVII, Rubens situará el episodio de Gen 14, 18-20 en el tapiz que tiene como tema “El triunfo de la Eucaristía sobre los ídolos”. Bajo esta luz sentimos nosotros ahora y participamos de la proclamación litúrgica y espiritual del pasaje de Melquisedec. Intuimos aquel valor de signo que, a partir de la carta a los Hebreos, lo ha convertido en una página de fe en Cristo que se da con su cuerpo y su sangre, manantial de vida, principio de salvación y de inmortalidad. <<Quien coma de este pan vivirá eternamente; pues el pan que yo daré es mi carne, por la vida del mundo....El que come mi carne y bebe mi sangre en mi permanece, y yo en él>> (Jn 6, 51.56)

            A través de aquel pan y aquel vino ofrecidos a Abraham por el rey de Salem volvemos a descubrir el gozo de la presencia de Dios entre nosotros hasta el final de los siglos. <<Dios es único pero no está solo>>, dice un verso del poeta Quevedo. Quiere estar con nosotros, más aún, en nosotros, convirtiéndose en nuestra comida y nuestra bebida, es decir, en principio vital que sostiene nuestra peregrinación terrestre, que nos impide caer y quedarnos al borde del camino.

            El rey misterioso cuyo nombre era <<rey de justicia>>, cuya ciudad se llamaba<<ciudad de paz>>, cuyo Dios era el Salvar Altísimo, cuya ofrenda era <<pan y vino>>, cuya palabra era bendición para todos los pueblos de la tierra, tiene ahora en Cristo su nuevo y perfecto retrato.


lunes, 2 de enero de 2012

CAPÍTULO III. Melquisedec Pag. 11


Melquísedec es como la personificación de la religión cósmica, es decir, de la primera religión de la humanidad, la que corresponde a la revelación primitiva y a la alianza hecha por Dios con Noé, después del diluvio. La religión cósmica continúa siendo, para nosotros y para todos los hombres, la representación de lo sagrado en su forma elemental: es la oscura intuición de la presencia divina en la inmensidad de los desiertos, en el chispazo del genio, en la pureza de un verdadero amor. Esta religión cósmica es universal, común a todos los hombres. Y en esto es superior a la alianza que se inicia con Abraham, porque esta última va a ser, de momento, hasta la llegada de Cristo, una alianza particular con un pueblo, el pueblo de Israel, que Dios hará surgir de las entrañas de Abraham.

            Al bendecir Melquisedec a Abraham está reconociendo que Dios, para realizar su obra de salvación, elige ahora a este hombre, Abraham, y que todo lo bueno que existe en la religión cósmica, de la que él es representante como sacerdote del Dios Altísimo, pasa a Abraham, continua en la obra que Dios va a realizar con Abraham y su descendencia. Y al mismo tiempo Abraham, al pagarle el diezmo de todos sus bienes y al aceptar ser bendecido por Melquisedec, está reconociendo la verdad y la bondad fundamentales de la religión cósmica, está, en cierto modo, reconociendo que la obra que Dios va a realizar con él no va a ser otra cosa que el cumplimiento, ciertamente sorprendente e inesperado ---gratuito--- de la intencionalidad esencial de la religión cósmica. La Iglesia es continuadora de “aquella religión que existió siempre entre los antiguos y que, con la venida de Cristo, comenzó a llamarse cristiana” (San Agustín).

            El gesto de Melquisedec, que ofrece pan y vino es un gesto profético que anuncia la Eucaristía. Melquisedec bendice a Abraham ofreciendo al Dios Altísimo pan y vino: es como preludio de que el sacrificio con el que la humanidad va a ser rescatada y por el que se va a dar a Dios la justa gloria que El merece, y va a descender la bendición de Dios sobre los hombres, va a ser ofrecido mediante el pan y el vino. Antes de que lleguen los sacrificios levíticos, realizados con la efusión de la sangre de toros, corderos, cabritos, palomas, etc. Ya se preanuncia que el verdadero y definitivo sacrificio---el de Cristo en la cruz---se perpetuará a lo largo de la historia en la Eucaristía.

            Melquisedec es el sacerdote de la primera religión de la humanidad, que no se limita a Israel, sino que incluye  a todos los pueblos. No ofrece el sacrificio en el templo de Jerusalén, porque el mundo entero es el templo desde el que asciende el incienso de la plegaria...

            Melquisedec es rey y sacerdote que recoge en sí, las dos unciones que luego se dividirán entre David y Aarón y solo volverán a unirse en Jesús.

            Son manos sacerdotales las que ofrecen pan y vino, y acto seguido el gesto estará acompañado por la bendición. En el canon eucarístico romano la Iglesia ora así:<<Dirige tu mirada serena y bondadosa sobre esta ofrenda; acéptala, como aceptaste los dones del justo Abel, el sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec>>

viernes, 30 de diciembre de 2011

CAPÍTULO III. La campaña de los cuatro reyes Pag. 10



LA CAMPAÑA DE LOS CUATRO GRANDES REYES (Génesis 14, 1-16)


            Estando Abraham establecido junto a la encina de Mambré, en Hebrón (Visión sempiterna, que, habiendo tenido principio, no tendrá fin), reyes enemigos atacaron a reyes sodomitas; vencidos estos, Lot fue, también, hecho prisionero. Enterado Abraham, acudió en su ayuda y con trescientos dieciocho siervos de su casa, entabló combate contra ellos; los derrotó y liberado su sobrino restableció a los reyes sodomitas su hacienda, sus mujeres y sus gentes.


MELQUISEDEC




            A SU REGRESO DESPUÉS DE BATIR A QUEDORLAOMER Y A LOS REYES QUE CON ÉL ESTABAN, LE SALIÓ AL ENCUENTRO EL REY DE SODOMA EN EL VALLE DE SAVÉ (O SEA, EL VALLE DEL REY). ENTONCES MELQUISEDEC, REY DE SALEM, PRESENTÓ PAN Y VINO, PUES ERA SACERDOTE DEL DIOS ALTÍSIMO, Y LE BENDIJO DICIENDO: << ¡BENDITO SEA ABRÁN DEL DIOS ALTÍSIMO, CREADOR DE CIELOS Y TIERRA, Y BENDITO SEA EL DIOS ALTÍSIMO, QUE ENTREGÓ A TUS ENEMIGOS EN TUS MANOS!>>
            Y ABRÁN LE DIO EL DIEZMO DE TODO. (Génesis 14, 17-20)


            Melquisedec, que en este relato hace una breve y misteriosa aparición como rey de Jerusalén que significa “misión de Paz”, donde Yahveh  escogerá morada, y como sacerdote del Altísimo, aún con anterioridad a la institución levítica, es presentado en el salmo 110, 4 como figura del Mesías rey sacerdote.

            Su nombre Melqui-sedec significa: “Mi rey es justicia”; rey de salem equivale a decir “rey de paz”. Los títulos de Melquisedec esbozan los rasgos de Jesús. Apareciendo “sin comienzo ni fin”, prefigura a Cristo, sacerdote eterno.

            El carácter históricamente misterioso de Melquisedec y también su significado como figura de Cristo, el verdadero gran Sacerdote “que ha entrado por nosotros en el tabernáculo como precursor, constituido Sumo Sacerdote por toda la eternidad, según el orden de Melquisedec” (Hb 6, 20). No dice “según el orden de Aarón”, es decir, sacerdote levítico, que será establecido mas tarde por Moisés y confiado a su hermano Aarón y a sus descendientes. Porque éste sacerdocio levítico es pasajero, mientras que el sacerdocio del Mesías tiene que ser eterno. Por eso  el salmo 109 asimila el sacerdocio del futuro Mesías al de Melquisedec: <<El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: “Tu eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec”>> (Sal. 109, 4). Es que  su sacerdocio fue establecido “no por ley de sucesión carnal, sino por el poder de una vida inmortal” (Hb 7, 16), por eso es imagen del Hijo de Dios. Y es incluso mayor que el mismo Abraham: “Pensad que grande será aquel a quien el mismo  Patriarca Abraham entregó el diezmo de todo lo que tenia (...) y que dio la bendición al mismo a quien había hecho la promesa.Y no cabe duda de que el inferior es quien recibe la bendición del superior” (Hb 7, 4.6-7).