martes, 13 de diciembre de 2011

CAPÍTULO I - Vocación de Abraham

YAHVEH DIJOS A ABRAM: <<VETE DE TU TIERRA, Y DE TU PATRÍA, Y DE LA CASA DE TU PADRE A LA TIERRA QUE YO TE MOSTRARÉ. DE TI HARÉ UNA NACIÓN GRANDE Y TE BENDECIRÉ. ENGRANDECERÉ TU NOMBRE; Y SÉ TÚ UNA BENDICIÓN. 
BENDECIRÉ A QUIENES TE BENDIGAN Y MALDECIRÉ A QUIENES TE MALDIGAN. POR TÍ SE BENDECIRÁN TODOS LOS LINAJES DE LA TIERRA>> 
MARCHÓ, PUES, ABRAM, COMO SE LO HABÍA DICHO YAHVEH, Y CON ÉL MARCHÓ LOT. TENÍA ABRAM SETENTA Y CINCO AÑOS CUANDO SALIÓ DE JARÁN. (Génesis 12, 1-4)
Súbitamente la vida de Abraham se vio como dividida por una espada. Fue aquella orden: “Vete”, parecida a la que oyó Pablo en el camino de Damasco. Voz inesperada y sorprendente, pero que transforma tu vida. Bayecid Bastamí, místico musulman del siglo lX, confesaba: “Estuve buscando a Dios durante treinta años y cuando, al cabo de este tiempo, abrí los ojos, descubrí que era él quien me buscaba a mí”. Pero cuando este Dios que nos sigue pacientemente deja oír su voz, se torna exigente, inexorable y radical.

            Dios promete a Abraham dos cosas: una que su descendencia poseerá la tierra de Canaán, lo que significa: "A la tierra que yo te mostraré" . De tí haré una nación grande; la otra es mucho más importante, que se refiere, no a la descendencia carnal, sino a la espiritual, por la cual se convierte en padre, no solo del pueblo de Israel, sino de todos los pueblos que siguen las huellas de su fe, y comenzó a prometerse con estas palabras “Por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra”.

            Reconoce Dios al justo en Abram, que significa “padre encumbrado”, y le ordena: “Sal de tu patria y abandona a tus parientes”. Los caldeos representan la maldad de este pueblo, el maligno, el pecado.

            Dice San Agustín que este “salir de tu patria", no quiere decir físicamente  de entre las personas malas, sino salir con el alma dentro de nosotros, pues en nosotros  puede estar Caldea, el mal o Jerusalén, el bien, la gracia y si miramos nuestros corazones en uno es conocida Jerusalén, ciudad de Dios y en otro Caldea, ciudad de los males. Debemos pues, olvidar nuestra patria y salir al pueblo de Cristo, sabiendo que no podemos comenzar vida nueva, si no salimos de la vida vieja.

1 comentario:

  1. He compartido esto en mi facebook. Gracias por tu dedicación y trabajo en este campo. Un abrazo.Mamen.

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