viernes, 6 de enero de 2012

MELQUISEDEC

En la Eucaristía, Cristo enlaza con el ofrecimiento de Melquisedec, y expresa el carácter universal, gratuito, espiritual y salvífico de la Pascua cristiana. Con su rito sacrifical, Melquisedec daba gracias a Dios por la victoria concedida a Abraham frente a sus enemigos. Con su eucaristía, Cristo asocia a los creyentes a su eficaz y perenne acción de gracias al Padre por su victoria sobre el mal y por la salvación llevada a cabo. A esto se debe que en los mosaicos de Santa Maria la Mayor de Roma (siglo V) la escena de Melquisedec haya sido sacada de su secuencia lógica dentro del ciclo cronológico y colocada junto al altar, para subrayar su vinculación con la Eucaristía. En el muro interior de la fachada de la catedral de Reims (siglo XIII), el encuentro entre Abraham y el rey de Salem se representa a modo de una comunión eucaristica. En el siglo XVII, Rubens situará el episodio de Gen 14, 18-20 en el tapiz que tiene como tema “El triunfo de la Eucaristía sobre los ídolos”. Bajo esta luz sentimos nosotros ahora y participamos de la proclamación litúrgica y espiritual del pasaje de Melquisedec. Intuimos aquel valor de signo que, a partir de la carta a los Hebreos, lo ha convertido en una página de fe en Cristo que se da con su cuerpo y su sangre, manantial de vida, principio de salvación y de inmortalidad. <<Quien coma de este pan vivirá eternamente; pues el pan que yo daré es mi carne, por la vida del mundo....El que come mi carne y bebe mi sangre en mi permanece, y yo en él>> (Jn 6, 51.56)

            A través de aquel pan y aquel vino ofrecidos a Abraham por el rey de Salem volvemos a descubrir el gozo de la presencia de Dios entre nosotros hasta el final de los siglos. <<Dios es único pero no está solo>>, dice un verso del poeta Quevedo. Quiere estar con nosotros, más aún, en nosotros, convirtiéndose en nuestra comida y nuestra bebida, es decir, en principio vital que sostiene nuestra peregrinación terrestre, que nos impide caer y quedarnos al borde del camino.

            El rey misterioso cuyo nombre era <<rey de justicia>>, cuya ciudad se llamaba<<ciudad de paz>>, cuyo Dios era el Salvar Altísimo, cuya ofrenda era <<pan y vino>>, cuya palabra era bendición para todos los pueblos de la tierra, tiene ahora en Cristo su nuevo y perfecto retrato.


No hay comentarios:

Publicar un comentario